“Danza/ movimiento terapia es el uso psicoterapéutico del movimiento en un proceso que promueve la integración física, emocional, cognitiva y social del individuo”. Definición de la asociación americana de danzaterapia. ADTA. Es así una forma de psicoterapia que usa el movimiento expresivo como vehículo a través del cual, las experiencias tanto psicológicas como físicas se movilizan puesto que quedan impresas en la estructura y memoria del cuerpo, por lo que consideran que todo trabajo relacionado con la corporalidad tiene una influencia generalizada sobre el individuo en su personalidad aunque no tenga conciencia de ello.
En el momento en que escribo esto, se me viene a la memoria la comparación que él escuchó en muchas ocasiones: El cuerpo es como la casa que habitamos. Cierto que nuestra casa es muy importante para nosotros; en ella se encuentran nuestras cosas más queridas, nuestros recuerdos, nuestro presente y, probablemente, nuestro futuro.
Nuestro cuerpo alberga –igual que la casa que habitamos– nuestros recuerdos y vivencias, y con ellos ha escrito una historia: nuestra historia desde el día en que nacimos hasta el momento actual. Su última página se está escribiendo con nuestro bienestar o malestar, con nuestro dolor de espalda o nuestra adecuada/inadecuada manera de respirar, con nuestra rigidez o nuestra armonía, con nuestra mirada, nuestra gestualidad, nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestros miedos. Pero, a diferencia con nuestra casa, toda nuestra historia va siempre con nosotros; No podemos dejarla aparte y echar la llave hasta que queramos volver.
Es necesario permanecer a la escucha de nuestro cuerpo, aprender un verso no con los ojos, sino buscando la experiencia sensorial y sus repercusiones en nuestra imagen corporal y en nuestra forma de estar en el mundo. Tanto es así que, cualquier incapacidad, pequeña o grande, para sentir el propio cuerpo en su plenitud, disminuye la confianza en uno mismo e incide de manera directa en su conducta. Surgen, como consecuencia de necesidades de compensación que, en vez de permitir una vivencia corporal completa, da paso a represiones corporales y acumulación tensional que perturban cada vez más nuestra existencia. De esta manera, el estado de nuestro cuerpo puede determinar la riqueza de nuestra existencia, que a su vez incide, de nuevo en nuestra percepción corporal.
Pero si pensamos un poco en nuestra historia, parece que nuestra forma de ser y actuar, en el mundo en que estamos inmersos y por el que estamos influenciados, sólo tiene sentido si realmente somos una unidad, donde psique, soma, afectividad y motricidad están estrechamente entrelazadas.
Hablamos de un cuerpo propio: el cuerpo que nos permite situarnos corporalmente en el mundo. Este cuerpo propio y el cuerpo objeto, del que hemos hablado anteriormente, constituyen dos formas diferentes de percibir la corporalidad, que deben ir unidas en la ubicación existencial del sujeto en el mundo.
Sin el cuerpo no tendríamos la posibilidad de vivir un espacio concreto. Es a través suyo como se expresan y cobran sentido nuestras acciones proyectándonos hacia el exterior con nuestras capacidades sensoriales, perceptivas, motrices y emocionales, que se unifican en una expresividad personal.
También corporalmente comprendemos el mundo exterior y le damos una significación en nosotros mismos, para que evolucionando con ello nos proyectamos de nuevo al exterior, en una interrelación continua.
De esta forma, la motricidad, dejaría de considerarse como algo pasivo, y se convertiría en movimiento propio: el movimiento de mí mismo para mí y para vivir en el mundo. La motricidad se convierte en un proyecto dinámico y personal; una historia propia en la que cada página se escribe sobre la anterior, y en la que cada momento vivido nos hace diferentes.
MI CUERPO...
Mi cuerpo me sitúa en un lugar y un tiempo, tiene una gestualidad personal, unas posibilidades de acción y de comunicación únicas, y una motricidad que lleva inscrita mi propia forma de vivir.
Mi cuerpo es el lugar donde descansan las sensaciones que percibo en el contacto con el medio. Se vuelve facilitador de mi desarrollo personal o limitador, en algunas ocasiones. Es el registrador de las emociones que me inducen o inhiben al encuentro del otro, del espacio y de los objetos; el medio de orientación y comunicación, el medio de transporte y vehículo de exploración del espacio y de su conquista.
Mi cuerpo es quien traduce los estados afectivos, la expresividad psicomotriz a través de la acción, el lenguaje, la postura, la actitud y el movimiento. Es el punto de apoyo de la relación social.
El trabajo corporal favorece la capacidad de vivir las sensaciones y las percepciones, los cambios tónico-emocionales; desenmascara los mecanismos de defensa ante la inhibición o los miedos. La experiencia corporal transforma el movimiento en creatividad y en libertad.
Ps. Sofía Vidal Blanchard
Diplomado en Terapias Corporales y Artísticas. Universidad Andrés Bello (2009).
Estudiante de Danza de Carácter, Contemporánea, Danza Jazz. Instituto Charles Benner.
Estudiante Escuela Danza Clásica. Teatro Municipal de Santiago.
Integrante Compañía Danza Flamenca Luna Cale (1990 – 1998).
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