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Desarrollo personal, laboral y organizacional por medio del Arte

Música, emociones y comunicación

 





Música, emociones y comunicación.


Desde hace mucho tiempo, la música ha sido una forma natural de expresión en la historia del ser humano. Incluso en la prehistoria, nuestros antepasados ​​ya usaban el ritmo, los sonidos del cuerpo y la voz para comunicarse, imitando los sonidos de la naturaleza. Con el paso del tiempo, fueron descubriendo nuevas formas de crear música con lo que tenían a su alrededor, haciéndola parte de su día a día.

 

¿Qué quería decir el ser humano con la música?

 

Probablemente, había muchas razones por las cuales comenzó a incluirla en su vida: una conexión profunda con la naturaleza, ritos sagrados, celebraciones o simplemente por placer. Pero si vamos al fondo, parece que la música también nació de una necesidad más íntima: expresar pensamientos, ideas o emociones tan profundas que a veces no encuentran palabras. Cantar, escuchar o bailar, sí, pero también sentir y compartir lo que a veces no se puede explicar.

 

La música como forma de expresión.

 

Hoy en día, solemos decir que la música es un lenguaje universal. Rossell (2013) lo explica muy bien al hablar del vínculo entre la música y el lenguaje. Según él, todos compartimos una especie de código que nos permite entender ciertas emociones a través de la voz: la rabia se grita, el cariño se susurra. Esto es igual en todos los idiomas, en todas las culturas. Y con la música pasa lo mismo. Las melodías lentas y descendentes nos pueden llevar a la tristeza oa la melancolía, mientras que las que suben o son rápidas nos llenan de energía o entusiasmo. Esta mezcla de sonidos toca algo profundo en nuestro cerebro, y es eso lo que nos hace disfrutarla tanto.

 

La música y el lenguaje se parecen en cómo se organizan y se usan para expresar, pero hay algo en la música que va más allá: estamos hechos para sentir algo cuando la escuchamos, aunque no sepamos nada del idioma del compositor. Eso es porque cada uno, desde su experiencia humana, conecta con lo que está sonando.

 

Da lo mismo de dónde vengamos, qué idioma hablemos o qué nos gusta: todos podemos sentir cosas similares al escuchar música. Y ahí está lo bonito: aunque no la entendamos del todo, nos mueve por dentro, nos emociona, nos conecta. La música traspasa fronteras, habla directo al alma.

 

Podríamos decir que la música empieza desde dentro, desde una experiencia muy personal. Pero luego se transforma en una intención: la de compartir eso que sentimos, sea alegría, dolor, amor o espiritualidad. A través de ella, damos forma a cosas que muchas veces no caben en las palabras. Eso es lo que permite la música: poner en sonidos lo que se vive por dentro.

 

En mi caso, esa intención de conectar y comunicar a través de la música tomó forma concreta en el año 1998, cuando conversaba con mi hermano Cristián, músico, sobre cómo podíamos unir nuestras profesiones: él desde la música y yo desde la psicología. De esa conversación nació Fojacero. Yo aún trabajaba en mi tesis universitaria cuando diseñamos un piloto para una consultora que necesitaba un taller para ejecutivos de ventas de Falabella. Una de las actividades buscaba que las personas se conectaran con sus sentidos —especialmente el tacto y el oído— reconociendo texturas en pelotas de plumavit que cubrimos con telas, mostacillas, alfileres y otros materiales, todo con los ojos cerrados, mientras sonaba la música de Cristián de fondo. La experiencia cerraba con una dinámica de comunicación no verbal entre los participantes. Queríamos lograr el objetivo que ellos planteaban —“la importancia de la comunicación en la venta”— pero de una manera distinta, a través de la expresión, los sentidos, los objetos intermediarios y, por supuesto, la música.

 

Montaje del Piloto (1998)

¿Cómo les resulta no tener la voz para poder comunicarse?





Evidentemente, la música nos sugiere, nos transporta, nos recuerda que hay cosas que no se pueden explicar pero sí sentir. Nos puede llevar a estados de paz, de profunda conexión con todo lo que nos rodea, de belleza, de reflexión, incluso a un sentido espiritual de la vida (Llamas, op. cit.).

 

Aunque muchas veces nace como algo íntimo, la música se vuelve social, porque con ella nos comunicamos. En este sentido, Moreno (2003) plantea que el estudio del comportamiento musical debe mirar al ser humano como un todo: cuerpo, mente, emoción y entorno. La música, entonces, impacta en todos esos niveles, y también en cómo nos relacionamos con los demás y con el entorno. Esa mirada integral fue precisamente la que nos guió cuando, después del éxito del piloto, nos confirmaron que el taller había logrado su objetivo. Nos contrataron para llevar la experiencia a distintas ciudades de Chile, donde estaban ubicadas las sucursales de Falabella.

 

Material: pelucas, escenario, luces, vestuarios, instrumentos!

Salón del Hotel para realizar capacitación - ANTES


Foto del mismo salón DESPUES de nuestra intervención




Para esa "gira", preparamos un montaje de 8 horas, manteniendo la actividad de las esferas para introducir la comunicación no verbal, pero sumamos algo muy especial: la historia de Angustio Honrado, un vendedor de olores. A través de esta representación, donde yo interpretaba al personaje y Cristián musicalizaba en vivo, buscábamos que los participantes identificaran distintas etapas dentro de una venta, pero también que conectaran con la dimensión emocional de su trabajo, especialmente al enfrentar situaciones desafiantes como las que proponía el personaje de Don Porfirio, un cliente complejo y exigente.


 Se encienden las luces…

        

"Señoras y señores

Permítanme contarles

La curiosa historia de este personaje.

De cómo un hombre en su profesión

Puede cambiar y ser mejor..."



"Cada mañana, Angustio Honrado

Va a su trabajo, desanimado

Pues la rutina de la ciudad

Lo agobia y no lo deja trabajar..."



La música, en este montaje, no era un mero acompañamiento: era el hilo conductor emocional que daba vida a cada escena, marcando los ritmos internos de los personajes, generando atmósferas, abriendo espacio para la reflexión y la conexión sensorial. Cristián creaba en vivo paisajes sonoros que envolvían a los participantes, permitiéndoles entrar con mayor profundidad en la historia, en sus emociones y en la experiencia del otro. Así, la música se transformó en una herramienta clave para movilizar, sensibilizar y comunicar más allá de las palabras. Era el puente que unía la acción con la emoción, la razón con los sentidos.

 



Por supuesto, a esas alturas de la jornada de capacitación, todos los participantes estaban en llamas y querían usar las máscaras y vestuarios. La invitación que siguió fue que crearon escenas de ventas en un escenario común: un local de comida rápida llamado Mc Morbi. Lo que ocurrió ahí fue mucho más que una simple actividad. Se transformó en una experiencia potente, viva y significativa. El humor, la música, la actuación y el juego no solo generaban risas, sino que abrían puertas para mirar la venta y la comunicación desde un lugar más humano. La música, nuevamente, fue clave: guiaba las emociones, marcaba el ritmo de las escenas, sostenía los silencios y potenciaba la expresión.


Cliente: Don Mortadelo Buenameza

Cliente: Sra. Amena Amenabar


 Vendedor del local de comida rápida Mc Morbi



 

-Este participante siempre lo recordaré, me confesó que siempre soño con ser actor, pero su familia era de armada y nunca pudo concretar su sueño. Pero en el taller sentía que por fin habia podido cumplir su deseo aunque fuera por un instante.-

Y por supuesto, siempre nos encontramos con participantes "seres musicales" que le pedian a Cristián los instrumentos para hacer de las suyas!!




Así, lo que comenzó como una intervención creativa se convirtió en un espacio donde las personas podían reconocerse, expresarse y conectarse desde lo más profundo. Porque eso es lo que hace la música.

Por eso, la música es una mezcla poderosa de muchos elementos: el lenguaje, el cuerpo, la técnica, el conocimiento, sí. Pero lo más importante no es saber hacerla, sino sentirla. Cualquier persona puede emocionarse al escuchar una melodía. Puede sentirse comprendida, feliz, en calma, motivada, en conexión con otros y con el mundo. Puede revivir recuerdos, sentirse más consciente, llorar, reír o simplemente dejarse llevar.

Eso es música.


Gracias Cristián por ser parte de esta aventura (1998)





Si quieren saber en que está hoy Cristián, los invito a seguir sus redes sociales.... estoy segura que se van a soprender!



Cristián Vidal Blanchard (2005)

Profesor de música, titulado de la Universidad de la Serena, Chile. Ilustrador y fabricante de máscaras y títulos. Músico multinstrumentista. Diseñador de recursos artísticos como máscaras y marionetas de manipulación directa.

@manukmonorkesta

@eldoctorjazz

@silantro_manuk












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